Desde el inicio de las civilizaciones, los seres humanos hemos ido encontrando formas de convivir en sociedad y uno de los aspectos más importantes en ese ámbito ha sido el comercio. El comercio nace a partir de los excedentes que tenían las diferentes personas (productores) que, mediante trueques, intercambiaban por productos para el beneficio mutuo.
El inconveniente del trueque es que no siempre se podían intercambiar productos del mismo valor. Para resolver esa situación que podía percibirse como desigual, se inventó el dinero como una manera de cuantificar el valor de los objetos. La primera muestra de dinero que conocemos son las monedas.
Las monedas nacen como una forma más sencilla de hacer trueque por metales que hasta entonces solo se intercambiaban en lingotes muy pesados y de peso irregular. Por ello, estas primeras monedas rudimentarias no tenían valor por su cantidad, sino por su peso, ya que era el peso del material lo que le daba el valor a la moneda. Así nacen, por ejemplo, los «denarios romanos», y de ahí nace la palabra «dinero».
Los orígenes del dinero y, concretamente, de la moneda no fueron fáciles, puesto que el valor estaba en el peso y, en ese entonces, no todos los comerciantes disponían de una balanza para pesarlo. La propuesta para solucionar esta situación y que fuera más fácil para los comerciantes fue hacer una moneda homogénea como una manera de igualar el peso de las piezas de metal que se intercambiaban.
Las primeras monedas nacieron en lo que ahora es Turquía, durante el siglo VII A.C., y la idea fue del rey Argos. Los materiales usados eran oro y plata, puesto que eran los metales más valiosos de la época. Poco a poco, el uso de la moneda se fue expandiendo por diferentes territorios, y se comenzó a añadirle diseños o símbolos en sus caras, como distintivos. Alejandro Magno, por ejemplo, fue de los primeros personajes históricos cuyo rostro fue impreso en una moneda.
Una vez que el uso de las monedas se estableció en diferentes territorios, se abrió paso a otras formas de dinero como el papel moneda (billetes), por el simple hecho de que las monedas, aunque más ligeras que los lingotes, seguían pesando y eran fáciles de robar. Los billetes facilitaron aún más los intercambios comerciales.
Este cambio fue el paso final hacia que el valor del dinero se estableciera de acuerdo al a cifra que está impresa en los billetes y no al peso del mismo, como se hacía antes con las monedas. Desde entonces, las monedas valen según la denominación que tienen grabada y su peso material pasó al olvido. Esto permitió que el oro y la plata con que se fabricaban las monedas fuera sustituido por otros metales de menor valor y más ligeros, como el latón, el cobre o níquel.
El uso de la moneda dio origen al dinero que todavía en la actualidad es lo que determina el valor de cualquier producto que esté dentro de un mercado comercial.