En ocasiones anteriores hemos hablado de colosales máquinas: obras de ingeniería que permiten y simplifican la vida de muchas personas en distintas industrias. Pero, hoy iremos al polo opuesto y hablaremos de la máquina más pequeña que existe. Se trata de un auto con tracción en las 4 ruedas. Pero, no es cualquier auto, sino uno que ha otorgado a sus creadores, Jean-Pierre Sauvage, Sir J. Fraser Stoddart y Bernard L. Feringa, nada más y nada menos que el Premio Nobel de Química en el año 2016.
Antes de entrar en detalles de este gran invento, demos un paso para atrás para entender por qué les dieron un premio en el campo de la química, y no el Premio de la Reina Isabel de Ingeniería, lo que suena mucho más lógico.
La biotecnología
El estudio de la tecnología son los fundamentos que permiten encontrar soluciones a distintos problemas. En el caso de la biotecnología, el enfoque es sobre entes vivientes, orgánicos, y la manera en cómo estos se integran a otros elementos, tales como la ingeniería para modificar estos seres vivientes o conjuntos de células. En pocas palabras, es el aprovechamiento de organismos vivos o sistemas para la manufactura de productos que ayuden a mejorar la calidad de vida de las personas.
La biotecnología data de tiempos muy antiguos, y se utilizaba en la agricultura, como la fertilización, control de plagas y otras actividades de mantenimiento de los campos. Más adelante, en civilizaciones como Mesopotamia, se utilizaron procesos similares para la fabricación de cervezas con la fermentación de granos, por lo que nos ha acompañado a lo largo de miles de años.
El motor molecular
El motor molecular o auto molecular es un vehículo tan pequeño que puedes alinear 50 mil de ellos a lo ancho de un cabello. Su movilidad se la deben a enzimas que transforman energía química en movimiento. Se pueden activar por hidrólisis o con reacciones de carga eléctrica que, de manera natural o sintética, asisten al movimiento de grupos musculares, voluntarios e involuntarios, como las piernas o el corazón, y todos ellos cuentan con sus conjuntos de motores que permiten ese movimiento. En la mitosis, por ejemplo, al momento de realizar la separación de las células, todo debe ser idéntico, por lo que los motores moleculares con los que cuenta una célula serán replicados. Al final, los motores moleculares asisten dentro de las células para lograr movimiento en ellas y transportar todos los nutrimentos necesarios en su interior. La falta de ellos puede resultar en diversos problemas para los seres humanos, que pueden derivar en enfermedades como la de Alzheimer, enfermedades en el hígado, distrofia muscular, entre muchos otros.
El desarrollo sintético de estas máquinas de proteína abre la posibilidad de que se puedan incorporar a las células que no las tienen y complementar el trabajo que deben hacer. Si bien un solo motor no puede lograr mucho, una gran cantidad de ellos puede ayudar a llevar la carga que los vehículos naturales no logran transportar. Al final del día, nuestros cuerpos están llenos de pequeños vehículos de carga que transportan toda clase de elementos de un lado a otro y, cuando los vehículos naturales fallan, es momento de desarrollar nuevos componentes que lo puedan hacer de forma sintética.
Si bien en 2016, cuando fue confirmado este desarrollo, se encontraba en el mismo sitio en el que estaban los motores eléctricos y vehículos de transporte en 1830, nadie podía imaginar el impacto que tendría en un futuro próximo y es por eso que levanta las esperanzas, sobre todo en la medicina.
No cabe duda que la tecnología puede estar al servicio de los más altos fines, como la salud de las personas, y que, por eso, vale la pena seguir apostándole al desarrollo del conocimiento científico.